
La caficultora de
Silicon Valley
María José Palacios
María José nació en Armenia, creció en Circasia, y los fines de semana se los gozó en la finca de sus abuelos, en La Tebaida.
Criada en el seno de una familia de caficultores, ella pronto tomó otros caminos: estudiar Diseño Industrial en la Universidad de los Andes, en Bogotá; hacer un curso de tendencias de moda, en Barcelona, España, y luego mudarse a Nueva York para hacer parte de la marca de ropa Zero + Maria Cornejo.
LA HISTORIA
Noviembre/2020
Cuando el francés John Trabelsi visitó el Quindío por primera vez y vio ese pequeño fruto rojo que abunda por racimos en el paisaje del Eje Cafetero, le preguntó a su esposa, María José, que si era una variedad de tomate. «No, esa es la cereza del café, el que te tomas a diario». En ese momento ni él ni ella tenían en la cabeza que unos meses después estarían creando Progeny Coffee, una productora que surte de cafés colombianos especiales a las sedes que reconocidas empresas, como Facebook, Twitter, Play Station y Microsoft, tienen en el famoso Silicon Valley, en Estados Unidos.
Tres años en Nueva York, consolidada como diseñadora de modas —y como modelo, para ganarse un dinero extra—, su vida cambia cuando nace su hija Bella, y a su esposo John, experto en tecnología, le ofrecen un empleo en Silicon Valley, esa región de California en la que están las grandes empresas que dominan el mundo de la tecnología. Renuncia a su trabajo y, en su nueva ciudad de residencia, Palo Alto, se dedica de tiempo completo al cuidado de su bebé. Pero su espíritu emprendedor no se queda quieto.
«En las ciudades de Silicon Valley hay una comunidad enorme de amas de casa, sus esposos trabajan en las empresas, y ellas se van a los parques con sus hijos. Entonces comencé a venderles, servido, un café especial, que me traían de una finca en Colombia. Les gustó, valoraron su calidad. Y así se fue dando: ya me pedían una bolsa, dos, tres, de café tostado». En unas vacaciones, de visita en el Quindío, surge la idea de la empresa, de hacer sinergias con caficultores emprendedores, exigentes, capaces de cultivar un café con calidad de exportación, que sea único, con un sello de distinción en sus notas. Así nace Progeny Coffee.
En cada empaque de café que compra una empresa o un habitante de Silicon Valley, aparece la foto y el nombre del caficultor, acompañado de una característica que lo distingue. La Esposa, El Aventurero, El Fuerte, El Natural, El Sueño son algunos de esos distintivos que le dicen al consumidor que no se está tomando cualquier café, que detrás de cada taza que sorbe hay un rostro, una familia, una región.
«Más que representar la marca, queremos representar al caficultor», afirma María José. Por eso el cliente puede hacer un paseo virtual por las fincas, ver fotografías y videos en los que aparecen la casa, los cultivos, el caficultor, su familia, y el proceso de recolección y molienda del grano. Cada compañía de tecnología puede, incluso, adoptar a uno de ellos. Se genera una relación de largo plazo, la empresa se compromete con ese caficultor: por seis meses o un año se le compra toda la producción. Google, por ejemplo, tiene ocho caficultores adoptados. La relación se hace tan cercana que algunos empresarios han venido a Colombia para conocerlos y, viceversa, algunos caficultores han ido a California para hablar de su producto y servir ellos mismos su café.
Evernote fue la primera empresa de Silicon Valley que creyó en ellos. Luego fue Facebook, que los contrató a pesar de estar compitiendo con diez grandes tostadoras de California. «En esa región hay muchas tostadoras locales y es difícil competir con precios, pero no buscan grandes marcas, como Starbucks. Quieren beber un café con un valor agregado, que sea de origen, producido por una minoría, latina en este caso.
Progeny Coffee tiene ahora diez empleados. Quien se encarga de la relación tú a tú con los caficultores en Colombia es Daniel, hermano de María José. Él vive en Medellín, pero constantemente viaja a las regiones para acompañar, asesorar y asistir técnicamente a los cultivadores. El café es parte de su pasión, al fin y al cabo creció madrugando para la finca, ayudándole a su papá en los sembrados. María José también viene constantemente al Quindío, lo hace cada tres meses para ver a su papá, Federico, a su mamá, Ana María, y a sus hermanos, Daniel y Federico.
En Palo Alto extraña ese despertar entre árboles, con el canto de los pájaros, con la paz que se respira en la finca de La Tebaida, a la que Bella, su hija de tres años y medio, le dice «el castillo». Recientemente estuvo de visita, pero no solo con el propósito de recorrer el paisaje que ama tanto, sino también para atraer caficultores quindianos a su proyecto. «Nos fue bien, recibimos muestras de diez caficultores quindianos. Buscamos un café de buena calidad y un caficultor que conozca muy bien su producto, que sepa cuál es la intención al cultivarlo, que no se quede esperando a que lleguen las cosas… Si cambiamos ese pensamiento, si nos unimos todos y nos organizamos, sí podemos salir adelante».
Tomado de: Revista Así Somos - Comfenalco Quindío.